Su población, triplicada durante el siglo XIX hasta alcanzar los 9.000 habitantes, presentaba una escasa especialización: jornaleros y artesanos, en un espacio urbano caracterizado por el predominio de viviendas tradicionales de pequeña envergadura, junto con algunos edificios singulares, principalmente de carácter religioso.
La forma de la ciudad, partiendo del abandonado núcleo original del Cerro del Castillo, se alargaba en sentido noreste, a lo largo de las líneas de pendiente naturales y los caminos de conexión, principalmente el camino Sevilla - Alcalá de Guadaíra - Mairena del Alcor. Este eje principal se ordena durante las primeras décadas del siglo XX entre el área del Duque / Perejil y La Plazuela, a lo largo de la "calle de La Mina" (Santa María del Águila), ampliándose a partir de los caminos secundarios que partían de la periferia urbana: camino de Gandul, carretera de Arahal, caminos del Zacatín...
Durante el primer tercio del siglo XX, en torno al centro de la ciudad irían surgiendo una serie de barriadas de carácter popular (caso del "Barrio Obrero"), en contraposición a las viviendas relativamente más acomodadas que se concentraban en torno al eje de la calle de La Mina. Otro importante factor de desarrollo urbano sería la progresiva aparición de urbanizaciones de recreo de la clase media sevillana, como las situadas en la zona de Calderón Ponce.
En las décadas centrales del siglo se mantienen las principales tendencias establecidas con anterioridad, aunque la Posguerra Civil y el estancamiento económico durante la dictadura nacional-católica ralentizaron el desarrollo de la ciudad. Habría que esperar a la década de 1960 para una reactivación urbana, marcada por un importante proceso de transformación industrial, principalmente centrada en el eje de la carretera Sevilla - Málaga, y que favoreció el despegue social y económico de Alcalá. Es en este momento cuando la ciudad comienza un rápido crecimiento radial, con la aparición de nuevas barriadas populares (San Agustín, Los Toreros, Pablo VI...). Paralelamente se produciría una reurbanización del centro de la ciudad, a costa en muchos casos de la pérdida de buena parte del caserío tradicional, así como de diversos edificios singulares: Convento de San Francisco, casas de Beca y Paulita, etc.
Como fenómeno singular dentro de la urbanización periférica de Alcalá durante la segunda mitad del siglo XX hay que destacar la repoblación del Cerro del Castillo, tanto en sus laderas meridional y septentrional (con algunos ejemplos residenciales de entidad como la Villa San José) como especialmente en el arrabal de San Miguel (con viviendas populares de autoconstrucción).